En su tierra natal le decían que sus ojos estaban hechos de agua de mar. Por eso eran tan profundos y misteriosos como el océano. Cambiantes e inmensos. A veces eran de un azul profundo e insondable. Otras de un gris colérico como cuando las nubes cubren el mar anunciando la temida tempestad. Y después de la tormenta, un turbio verde que no permite ver lo que hay en el fondo Un marinero experimentado habría sabido leer su estado de ánimo mirándola a los ojos. Pero tú… tú ni siquiera te atreviste a preguntar.