– ¿Qué me pasa? No puedo dormir, algo me agobia y no me deja apenas respirar.
– Es el mar que te pide que vuelvas. Aquellos que nacen cerca del mar tienen que volver.
– ¿Cómo sabes que nací cerca del mar? Ya llevo mucho tiempo aquí.
– Se ve en tus ojos, tienen la luz de los veranos largos. Tu carácter es como el del mar, sereno unos días y airado otros. La gente del mar no puede vivir mucho tiempo lejos de él, la nostalgia se apodera de vosotros y lloráis todo el agua salada que tenéis dentro. Aún puedes volver.
– No puedo volver.
– Entonces renuncia para siempre a los veranos largos, a los días llenos de luz que parece que no acaban nunca. A la marea que se lleva las penas y a dormir bajo las estrellas. Renuncia para siempre a la luz dorada del atardecer, a los hombros quemados por el sol, al olor del galán de noche. El aire del interior secará tu corazón hasta que solo quede salitre y entonces ya no habrá vuelta atrás.
Por un instante sonrió. «Salitre», hacía mucho tiempo que no oía esa palabra.
Cuidado con acumular demasiado salitre, me gusta mucho tu relato y me identifico con El.
No hay problema, este verano me recargué de agua de mar para poder seguir lejos una temporada